Estrella, árbol y pájaro

En la estancia de la noche
sola yo, soy una estrella.
Sola yo, soy una estrella
en un ángulo de la luna.

Noche que desgaja lunas
para mí, que soy árbol solo.
Árbol solo, gris y estático
que no va dejando sombra.

En un ángulo del mundo
canto yo, pájaro solo.
Canto yo, pájaro solo.
¡Ah qué antigua es mi canción!


Los arados

Se han bifurcado las sendas
y van atrás los arados.
He comenzado a llamarte "compañero"
y he cosido mi pobreza a tu pobreza.
Yo un punto, tú otro punto
—alguien nos hundió el dedo en los ojos—
porque los dos lloramos sangre...
Pedazos de mi vida, de tu vida
van roturando los arados.


Poema en gris

Igual que un pájaro en su jaula
que no tiene un cielo azul
donde extender sus alas
—así me echo de menos—
sin los cielos untados de tu presencia
donde mi dicha pastoreaba nubes
tarde a tarde.

(de Veleros, 1937)


Una obrera muerta

Yo no bajaré a la tumba convertida en harapo,
ni un solo diente de mi boca se ha caído.
Las carnes en mi cuerpo tienen su forma intacta
y ágil en su tallo se yergue la cabeza.

Yo iré a la muerte pero con el labio fresco,
con voz firme y clara responderé a la llamada.
Yo sé que están contando los minutos de la vida
y que jamás el destino su sentencia retrasa.

Sobresalto no tengo por entrar a la sombra,
nadie quiero que venga por mi muerte a llorar,
la espuma de mi sangre como aceite se acaba
y para ese instante a todos solo pido silencio.

No quiero que ya muerta peinen mi cabello
ni que las manos juntas pongan en mi pecho,
quiero que me dejen así como me quede
y así en la tierra abierta me vayan a dejar.

No quiero que me vistan, ni que me ultrajen muerta,
estando conmigo los que nunca estuvieron.
Compañeros sinceros, los que siempre tuve,
solo esos que se encarguen de irme a enterrar.

Tampoco quiero seña, ni que una cruz me pongan,
no quiero para mí nada que los pobres no tengan.
Pues aún después de muerta, mi puño estará cerrado
y en el viento mi nombre será como bandera.


Lamentos en el espacio

Afuera ruge el viento. Tu cabeza está
en mis piernas.
La noche se entretiene en ronda de fantasmas.
Aguas desbarrancadas cortan narcisos y nieblas,
para adornar la tumba de tanto pájaro muerto.

Tú peinas y despeinas mi cabello
mientras el mar arrastra sangre y lodo.

La sombra parece que esculpiera cadáveres.
¿Quién llora y se desespera en el aire?
Amor. Tú estás dormido,
—sin darte prisa por salir de la noche—
mientras yo atajo lamentos
de madres y de niños.

(de De la desilusión a la esperanza, 1944)



Mirando extasiada al cielo

Sentada a la orilla de la vida
yo soy tres:
mi sueño, la poesía y yo;
pero lo que ahora digo
lo borra mi sangre con su veloz vertiente,
entretanto el reloj
—rompeolas de los días—
inventa una nueva hora,
en la escala gradual del tiempo.
Anterior al péndulo
y al vuelo de las golondrinas,
está mi luna que llora y ríe
en un exacto protectorado de palabras.
Yo no sé cómo cerrar los ojos,
reconquistar las tardes,
las memorias
y los paisajes
en una sola fuente recóndita
que afirme definitivamente
el soplo primigenio;
a nivel de la rosa que no se marchita
en el seno,
o de la nube que se hubiera quedado
prendida en la ventana
mirando extasiada al cielo.


Rebeldía


No he venido al mundo
para llorar. No es con lágrimas
que se obtiene la alta dimensión del hombre.
No es a que me maltraten
ni a que me humillen.
No me arredra la lucha
por más encarnizada que ella sea.
Afianzada tengo el alma
a un rojo encendido de fuerza
que puede maldecir
pero jamás humillarse.

No importa que pretendan negar
la luz de mi destino,
que rompan despiadadamente
el encaje del sueño,
que destruyan el azogue de mi espejo,
que me sumerjan en la noche sin adioses,
que con saña me nieguen el pan, la sal y el agua.
No esperen que por ello me doble dócilmente,
aunque la carne sea siempre la carne
mis entrañas ya casi son de acero.

Mas lo que así pretendan
que por mí no teman
que haría falta para ello desconocer
que yo aprendí a cantar con las palabras justas.
Y que he encontrado la verdad en la médula de mis huesos
y que por eso marcho a espaldas de la aurora
como si ella misma naciera en mi costado.

Ignoran acaso que en el recinto de mi pecho
he dejado entrar el universo
y que tengo como cumplido deber gozoso
amar la justicia, la lucha, la esperanza
y afianzare a ellas
con mi corazón, mi canto
y la vida misma.

Y que por ello en todo tiempo
para mi sueño es la primavera,
la tierra toda florece
y adelante para mí su simiente milagrosa.

Sin negarme jamás a sangrar,
hasta dejar como caños vacíos las venas,
dislocarme de espanto en horas tormentosas,
rodar como un animal herido,
saborear mi saliva como si fuera una fruta,
tocar sonámbula mi propio esqueleto,
acariciarme yo misma
a fuerza de sentirme tan desgraciada.

Pero eso no será nunca estar vencida
ni naufragada en ningún planeta.
Será acaso como estar momentáneamente cansada
de un largo viaje...
para empezar el nuevo día con más violencia.
Pues hay que saber que cuando el pecho casi estalla,
el dolor es su única defensa.
Además qué triste sería ser invencibles
únicamente por el miedo a sufrir.

Mi pecho abierto a los cuatro costados
se viste, se desviste, anda y desanda los caminos
y jamás se protege del desamparo.
Él sabe que sería risible disfrazarse con máscaras,
que solo hay una forma segura de ganar el combate
y es entrar en él con el cuerpo descubierto
pero con plena decisión de pelear
hasta ganar o perder.

Que vivir es seguir viviendo,
buscarse minuto a minuto,
hasta encontrar la voz servidora
que nos permita dar el mensaje
de lo verdaderamente eterno.

Yo sé que atrás se quedará mi rostro
pero que mi voz estará siempre en el alba,
que no hay tumba para la férvida palabra
y mucho menos para el canto que va de boca en boca.
Que este es un frágil milagro de inescrutables designios,
una belleza que se acrecienta cada primavera
y una eternidad que se levanta del mismo cadáver
para no morir nunca.


Combate

Yo soy un poeta
un ejército de poetas.
Y hoy quiero escribir un poema,
un poema silbatos,
un poema fusiles
para pegarlos en las puertas,
en la celda de las prisiones,
en los muros de las escuelas.

Hoy quiero construir y destruir,
levantar en andamios la esperanza.
Despertar al niño
arcángel de las espadas,
ser relámpago, trueno,
con estatura de héroe
para talar, arrasar
las podridas raíces de mi pueblo.

Poema del hombre y su esperanza
Ahora me miro por dentro
y estoy tan lejana,
brotándome en lo escondido
sin raíces, ni lágrimas, ni grito,
—intacta en mí misma—,
en las manos mías
en el mundo de ternura
creado por mi forma.
Me he visto nacer, crecer, sin ruido,
sin ramas que duelan como brazos,
sutil, callada, sin palabra para herir,
ni vientre que rebase de peces.
Como rosa de sueño se fue formando mi mundo.
Ángeles de amor me fueron siempre fieles,
en la amapola, en la alegría y en la sangre.
Cada caracol supo darme un rumbo
y una hora para llegar.
Y siempre pude estar exacta.
A la cita del agua, de la ceniza y la desesperanza…
Frágil, pero vital, fue siempre mi árbol.
Al hombre y al pájaro les fui siempre constante.
Amé como deben amar los geranios,
los niños y los ciegos.
Pero en cualquier medida
estuve siempre fuera de proporciones,
porque mi impecable y recién inaugurado mundo
tritura rostros viejos
modas y resabios inútiles.
Mi caricia es combate,
urgencia de vida,
profecía de cielo estricto
que sostienen los pasos.
Creadora de lo eterno,
dentro de mí, fuera de mí,
para encontrar mi universo.
Aprendí, llegué, entré,
con adquirida plena conciencia
de que el poeta que va solo
no es más que un muerto, un desterrado,
un arcángel arrodillado que oculta su rostro,
una mano que deja caer su estrella
y que se niega a sí mismo, a los suyos,
su adquirido o supuesto linaje.
De esta ciega y absurda muerte o vida,
ha nacido mi mundo,
mi poema y mi nombre.
Por eso hablo del hombre sin descanso,
del hombre y su esperanza.
 Mágicamente iluminado como en un paraíso
Me salí de mi vestido
y fui a dar con mi cuerpo,
y pude comprobar entonces
el valor de mis pies, mis manos, mis piernas,
mi estómago, mi sexo, mis ojos y mi cara.
Supe del deleite que cada uno de ellos me ha dado
y me he dicho de improviso:
¡qué contorno mágico el de mi costado,
qué antiguos y nuevos ecos en el hilo de mis venas,
que voz en la garganta,
qué sílaba impronunciable en el labio
y que sed detenida en la garganta!
Apresuradamente he salido por la puerta
disparada a caminar,
a tocar el suelo con mis pies,
a lanzar flechas encendidas por los ojos,
a devorar paisajes,
a enredar mis manos en jeroglíficos de relámpagos,
a dejar detenida aquí en mi sexo
—árbol fructificado—
el aroma de la vida.
He absorbido, he olfateado, he gritado
vivir, vivir, vivir.
Como si despertara una y otra vez
y fuera abeja laboriosa
que libara su miel astral.
Alba que cuajara aquí en el pecho,
armero que trabajara día y noche
su cumplida labor.
Abro precipitadamente
las puertas de mi aposento
y tiro lejos la sábana.
Me asomo al espejo como una morada
que no habrá de retenerme.
Como un propósito alucinado,
brilla mi anillo de piedra color malva,
mi lámpara, mi reloj,
detenidos en los umbrales del tiempo.
Mis zapatos desvelados a la orilla del lecho
y mi rostro deambulando por el sueño
como una decoración para un poema
escrito en las líneas de la mano,
o en el destello metálico de mis sentidos
tulipanes siempre ardiendo.
Mi perfil de arcángel
danza con el rayo,
detiene sus reflejos en la frente
y derrumba con su fuego el corazón
como en un paraíso mágicamente iluminado.
Sexo
Sexo,
encarnada rosa,
flor de lujuria
por donde salta mi juventud.
Ánfora llena
de sensaciones
y vibraciones,
arpa que vibra,
que llora y gime
voluptuosidades.
Lirio encendido
en el altar de fuego
de roja estancia…
Desgarrado fuiste
por su loca furia
en aquella tarde.
En que la divina flor
de vida y amor,
en ofrenda a su amor yo di.
Pero yo te bendigo
gruta maravillosa
porque la vida me diste
y porque en esa flor estropeada
una nueva vida
yo también di…
Creciendo con la hierba (IV)
Despacio,
que está madurándose
la criatura de espuma
que se queja en mi entraña.
Copo a copo
voy cubriendo
de alta atmósfera
lo que vivirá,
aun detrás de la muerte.
La urgencia de mi paso
es un puro símbolo
—nada es mío—
una flecha me curva
dentro de tu amor.
¿No sientes deshojarse
pétalos dentro de mis sienes?
¿No sientes que mis manos
te adelantan la rosa,
el aroma y el tacto?
Y que mi sueño
es una arteria abierta
que calcina al gusano.
Y que precisas otro nombre
para encontrarte
con la sonrisa
de tu primera niñez.
Era eso lo que me faltaba decirte,
antes que tu amor
la boca me consuma.
Hablarte
de este doble vivir
en la noche y la trasnoche
de una sollozante bruma.
Nunca esperes que te traiga
una espina en la mano.
Para venir y para buscarte,
ya había dejado
todos los abrojos.
¡Flota en la luz de mi relámpago!
No olvides
que el paso frágil
de un milagro rápido huye.
Y que la vida que te pido,
no es tu vida,
sino que la copiosa,
inagotable,
la inmortal vida.
Buscando
voy dentro de tu fondo
al árbol que te viste
y te abraza y te estrecha.
Y tal vez hasta te separa
de tu mejor forma.


(de El poeta y sus señales, 1969)

Poemas tomados de http://sinalefa.blogspot.com/2013/07/poemas-de-clementina-suarez.html  y de 
https://lazebra.net/2017/03/01/clementina-suarez-magicamente-iluminado-poesia/

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