Poetas de Honduras

Poeta Livio Ramírez
Palabra


no me traiciones
no te me rompas a mitad de vuelo
prefiero que me enseñes
la forma de matarte
si no me das el hijo que yo quiero.


Qué importa

esta cara de mártir barato
la inútil personal
cabrona muerte
huyo de mi posible santidad
quemo el templo
que mi propio dolor construye
corro sobre mis huesos
hasta llegar aquí
donde el dolor de todos
arde como fiera
como mar brutalmente humano


Muerdo mi propia sangre

diariamente
cada instante
pregunto a mis verdades
me escucho
con profunda desconfianza
toco a muerte
el íntimo tambor
a ver si no se rompe
con mi nombre
llamo traidor al ojo
si no llega al subsuelo de la imagen
practico la acrobacia del yo mismo
en el fondo la vida es cuestión de saltos mortales


Tengo ahora

nostalgia de yo mismo
y me quedo sin tiempo
en niño antiguo
y de verdad el pájaro es el pájaro
y un caballo de amor
el aire tiene
son las tres de la tarde
está lloviendo
mi padre habla del mar
siento los peces
mil novecientos livio
y era entonces
un cielo mío
vivo
ciertamente


Invierno:

Tren de tristeza atravesando la tristeza


Ruinas.

Bajo un cerrado mar de alas quebradas,
con un inmenso peso
atado al cuerpo,
yace ese amor.

Ruinas. Amargas ruinas:
destrucciones
que duele ver.
Vencidas,
arrasadas nuestras huellas.

Únicamente en pie,
sobreviviendo:
el árbol del que caen cicatrices.


Molina: aniversario del poeta.

Puntuales    solemnísimos
Posan ante su tumba
Los implacables enemigos de la poesía.


Década.

La poesía contigo
La poesía conmigo
La poesía mostrándote
Su brújula salvaje
La poesía abrazándote
La poesía diciendo
Con su espejo de fuego
Mírate
No traiciones la luz
Que te fue dada
No se apaguen tus manos


Es tarde.

El amanecer se aproxima
como un jaguar.
Los obreros comienzan
a levantar el día.
A estas horas
la soledad acaricia mi cabeza.
Su mano es áspera,
aunque percibo
algo muy parecido a la piedad,
pero mi ojo es materia en combustión:
llama.
Dardo que fluye.
Hoguera casi triste.


¿Y el lenguaje vivísimo que no puede
Escribirse?

¿Y todas las palabras que se niegan a ser
sólo palabras?
¿Y la canción total?
Sueño con páginas
realmente viscerales,
sueño escribir un libro huracanado,
algo como un zarpazo.
Sueño con un canto de actos
que no me necesite
y salga al mundo,
y viva
igual que un gavilán de ojos metálicos.


Escribo:

No sé si hago una autopsia
o giro en la borrasca de un gran autorretrato
o combato en un óleo de todos o de nadie.
Sueño activamente
como una piedra que se incendia de júbilo
a pleno mediodía.
En mis manos dan saltos las imágenes.
La realidad del mundo es mi realidad,
pero no consigo escribir
mi profunda verdad animal,
la tempestad que arrecia aquí en mis sienes.

Infancia.

En el acribillado jardín
los árboles definitivamente callan
las estatuas me miran desde otra realidad
ni el eco de tu nombre te responde:
oh invisible violencia que te arrasa.

Algunos tendrán miedo

De romperse los ojos
e inventarán ángeles falsos
que digan el poema
pero otros seguirán escribiéndolo
con los últimos huesos
frente al horror
inmensos
sin poder detenerse
ante el infierno creado
o los posibles hijos de la muerte.

 Por ejemplo esta tarde

podría meterme en mi gabardina
como dentro de una muerte
perfectamente diseñada
y andar y andar por las calles
resolviendo con oficio de fantasma
algunos crucigramas
que la soledad impone
o podría imitar la bellísima libertad
de los perros sin dueño
pero uno
hay que aceptarlo
va teniendo reservas con el viento
lo importante sería
echar parejas con los relojes
tener un hambre de ciudades en las plantas
que los pies amaran toda la tierra
habría
que enterrar la parte conservadora del pellejo
y desarrollar como locos auténticos
esta piel capaz de crear su propia luz
y de verdad
que este creer del hombre es este viejo y nunca resuelto
problema de las dos pieles,
yo pienso largarme en estas cosas
hablo con los demás
para saber si se trata
de una locura pública o privada
y me da algunas veces
un oceánico gusto
reconocer
ciertas familiaridades fantásticas
cierta identidad de insomnio
alguna sed increíblemente igual
les digo que podría echarme llave
y gabardina adentro
dejar que el corazón hiciera cuentas
y seguiría vagando
soñando abiertamente
y haciendo castillos y castillos
y castillos
hasta demostrar que el asesino no es el viento.
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Livio Ramírez, Tegucigalpa, 1943. Premio Nacional de Literatura -2002. Poeta, ensayista, catedrático e investigador universitario. Sus poemarios: Sangre y estrella, Arde como fiera, Descendientes del fuego, Personajes y otros poemas y Columna que fluye. Fue miembro del Taller Universitario de la UNAM, en 1968, dirigido por Juan Bañuelos. Fundó en 1971 el Primer Taller Universitario de Poesía en la UNAH, Premio Internacional de Poesía Platero, en Ginebra, Suiza-1980, Premio Nacional de Literatura-2000, Premio Nacional de Letras, UNAH- 2002.
*Poemas tomados del blog de Fabricio Estrada
*Imagen tomada de Conexion.hn

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